martes, 16 de julio de 2013

Inventario del régimen

 Los llamados papeles de Bárcenas no son otra cosa que el inventario de lo que ha ocurrido en nuestro país desde el advenimiento de la democracia. Dan al traste de golpe con la teoría de las manzanas podridas y muestran no sólo que la corrupción política y económica ha sido generalizada en la piel de toro, sino que todo el modelo en el que se basó la forma de gobierno salida de la Transición se ha aposentado sobre esas bases podridas que ahora se desmoronan.
Esos papeles son el inventario de la relación orgánica que la oligarquía económica guarda con el que es, por naturaleza, su partido político. Y son, también, el inventario de la ideología de la derecha, como muy bien la resumió una vez el inefable y bronceado Eduardo Zaplana: estamos en esto para forrarnos.
Todas esas cuentas parten de una premisa fundamental: ya que los políticos, en las sociedades capitalistas avanzadas, no son más que meros representantes del poder económico, merecerían al menos una compensación por cargar con todas las culpas y la ira de la opinión pública, dada su desagradable función de cortafuegos entre dicha opinión pública, alentada en su tarea de distracción por los medios de comunicación, y el poder real. Los sobresueldos no son más que esa compensación.
Bárcenas es al PP lo que Urdangarín a la corona: la prueba viva de que su corrupción no ha sido algo accesorio, sino su característica esencial. Si su reacción no ha sido pareja es porque, muy probablemente, el yernísimo aún espera que su familia política, y todo el andamiaje que los sostiene, le libre de la cárcel, mientras que el ex-tesorero, una vez ha comprobado que los suyos han decidido sacrificarle en aras del bien superior del partido, ha decidido aplicar la política de tierra quemada, alentado sin duda por oscuros personajes cuyos intereses sorprenden por su cortoplacismo y su falta de perspectivas.
Porque no se entiende muy bien en qué beneficia a Esperanza Aguirre, por ejemplo, ni a Pedro J. Ramírez, la voladura de su partido político. Es más que evidente el ansia de poder de la lideresa, pero resulta muy poco factible imaginarla como posible presidenta del gobierno. Tiene demasiada porquería escondida debajo de la alfombra como para suponer que, más temprano que tarde, no vaya a salpicarle a ella una vez se ha desatado el ventilador. Lo mismo pasa con el periodista, cuyo imperio se encuentra en grave crisis. Ya no son los 90, por más que intente de nuevo presentarse a sí mismo como el gran investigador de las cloacas del Estado sin otro interés que la verdad. Eso ya no cuela. Sin embargo, con semejantes personajes presentándose a sí mismos como adalides de la justicia, no puede dejar de haber algo que huela a chamusquina.
Mientras tanto, el gobierno pretende sostenerse en su monolitismo, parapetado tras el ABC, Intereconomía y La Razón, que, ellos sí, son plenamente conscientes de que la ruptura de su partido dejaría un gravísimo vacío, no sólo en la derecha, sino en el régimen en general. De ahí su defensa numantina, que alcanza lo grotesco, de su líder político. Sin embargo, ese monolitismo del que presumen Rajoy y los suyos no hace más que agravar la erosión a ojos de los ciudadanos de todas las instituciones surgidas tras el franquismo, y precipitan su descomposición. Me van a perdonar las metáforas, pero es que este país apesta a cadáver, a basura de hace un mes, a rata muerta, y esto no se va ni con desodorante.
Es una situación paradójica la que padecemos, pues, si es cierto, como sugiere El Diario, que Rajoy hubiera incurrido en delitos que podrían llevarle a la cárcel, más cerrado será su afán por mantenerse en el cargo con tal de evitarla, y más dañada quedará su legitimidad, con lo cual, por otro lado, más molesto les resultará en la presidencia a la Unión Europea y a Washington, pues mayor será su dificultad para aplicar las medidas de la troika, ya de por sí impopulares. Es por eso que el caso Bárcenas ha desbaratado de repente el plan auspiciado por las instituciones del capital financiero internacional, y que ya se aplica en otros países, como Grecia o Italia: la creación de un gobierno de salvación nacional en el que colaboren mano a mano la derecha y los socialdemócratas. De hecho, el PSOE y las cúpulas de los sindicatos ya habían dado pasos para la formación, aunque fuera de tapadillo, de dicho gobierno. El acuerdo entre Rubalcaba y Rajoy para la cumbre europea de junio fue el último episodio de ese proceso. El estallido del caso ha provocado la sorpresa del líder del PSOE, que se ha visto obligado a romper lazos con el gobierno. Que no exija la convocatoria de elecciones anticipadas, sino el mero reemplazo de Rajoy, es síntoma evidente de que las decisiones del partido socialista no se toman en Ferraz, sino en Bruselas. Sencillamente buscan otro interlocutor con el cual negociar, una vez incapacitado completamente el actual presidente, y así poder llevar a cabo con una cierta legitimidad institucional -escasa, por otro lado- los planes de la troika, como ocurre en Atenas o en Roma.
Es bochornoso, una vez más en la historia de este país, el papel de la “izquierda”, de aquéllos que se suponen representantes de los trabajadores. Tanto el PSOE como los líderes sindicales no cumplen más que el papel de meros espectadores en este drama en el cual el pueblo, descabezado, se choca una y otra vez contra un muro en su lucha desesperada, mientras que ellos nos observan impasibles desde la grada. En cuanto a IU, se echa de menos un discurso mucho más coherente, a la altura de los tiempos, y sobre todo una praxis acorde. No basta el mero cálculo electoral, con la que está cayendo. No basta con la convocatoria de elecciones; hay que ir más allá: hay que exigir la apertura de un proceso constituyente que acabe de una vez por todas con este régimen que nos conduce al desastre. Hay que ir en serio a por la república. No es suficiente con ondear las banderas tricolor en las manifestaciones: hay que romper con todas las instituciones que nos atenazan, dentro y fuera de nuestro país. Ya está bien de prorrogarlo. El momento es ahora.
O no será nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario