domingo, 12 de mayo de 2013

La huelga general de la enseñanza ha sido un éxito


El jueves pasado, 9 de mayo, tuvo lugar en nuestro país una nueva jornada de huelga a nivel estatal, a la que estaban convocados todos los sectores de la enseñanza, desde infantil a universidad. Convocaban los sindicatos de clase, CCOO, UGT, STE y CGT, además de la CEAPA y el Sindicato de Estudiantes. No la secundaron, como era de esperar, los sindicatos del PP, CSIF y ANPE, cuya posición servil ante este gobierno destructor de derechos, si bien no debería sorprender a nadie, tampoco puede dejar de resultar repugnante. Todo sea por salir en la foto con Cospedal, Marín y compañía, o por obtener algún carguito o cualquier otra prebenda. En la naturaleza de todo sindicato amarillo está obedecer al amo para que éste te recompense luego con un hueso que roer o una caricia por el lomo.
Es necesario recalcar, frente al búnker mediático intoxicador de la derecha, que la huelga ha sido un éxito. Las manifestaciones de por la tarde volvieron a ser masivas. En Madrid, donde tuvo lugar la movilización más poblada, la marea verde volvió a teñir las calles del color de la esperanza. Parecían completamente derrotados, o dormidos, los docentes de esta comunidad, y sin embargo respondieron de manera masiva a la llamada, aunque ésta se haya realizado tarde y mal. Volveremos a ello más adelante.
No hablaré en este artículo sobre la ley que ha motivado la huelga, la LOMCE. Lo hacen mucho mejor, por ejemplo, los compañeros del Colectivo Baltasar Gracián en su artículo “¿A qué viene ahora una nueva ley de reforma educativa?”, donde analizan la naturaleza reaccionaria de dicha reforma, como no podía ser de otra forma proviniendo del partido que la impulsa.
La evidencia de que este gobierno no es un gobierno soberano, sino un mero delegado de la troika, que nos dirige como si fuésemos (lo somos) un mero protectorado del capital financiero alemán y estadounidense, es el hecho de que sólo recula ante la presión popular en leyes que no emanan directamente de Bruselas, sino que son propias de nuestra derecha autóctona, con todo su carácter retrógrado, como la LOMCE o la ley del aborto de Gallardón. Ambas se están retrasando una y otra vez en su aplicación ante el hecho evidente de que no servirían más que para echar más gasolina al fuego de una calle cada vez más en llamas gracias a la presión de los diferentes movimientos sociales en lucha, y cuyo contenido es puramente ideológico. En lo que toca a la reforma de la ley del aborto, es claro y palmario que su único objetivo es satisfacer a los sectores más oscuros de este país. En cuanto a la LOMCE, en el hecho de que para destruir la educación pública no hacía falta elaborar una nueva ley orgánica, pues hasta ahora con la actual, aprobada por el PSOE en 2005, era más que suficiente.
Que el gobierno haya reculado, de momento, es una buena noticia, la primera en mucho tiempo, y lo más parecido a una victoria que cualquier movimiento de resistencia contra los brutales ataques a nuestros derechos haya tenido en los últimos tiempos en nuestro país. Es necesario, por tanto, apoyarse en ella para continuar el combate, porque el gobierno no se va a echar atrás por mucho tiempo y las agresiones contra lo público van a continuar.
Los profesores fuimos los primeros en enfrentarnos a las políticas destructoras del Partido Popular. En cuanto salió el decreto del 4 de julio que daba un sablazo a las plantillas, y después, en Castilla-La Mancha, tras la orden del 31 de agosto que hacía lo propio, tuvimos la voluntad y la capacidad de organizarnos centro por centro y combatir. La situación política, sin embargo, nos fue lo más adversa posible. El PP triunfaba en dos elecciones consecutivas, y la oposición política estaba muy debilitada. Estábamos casi solos. Ahora esa situación ha cambiado: el gobierno está acorralado por la calle y totalmente desacreditado por sus políticas y por la corrupción. Si algo le mantiene aún en el poder es la falta de credibilidad de un PSOE absolutamente hundido en la miseria moral e intelectual, y la inacción de unos sindicatos mayoritarios cuyas cúpulas viven en la inopia.
Hay que luchar, ahora más que nunca, y hay que buscar unificar las luchas frente a los que nos pretenden dividir.
- En primer lugar, los burócratas sindicales. Es increíble que no hayan convocado una maldita movilización o una miserable huelga en todo el año hasta que el curso está a punto de acabar y, con las vacaciones a la vuelta de la esquina, es más difícil darle una continuidad. Cuando hablo de los burócratas me refiero, sobre todo, a las cúpulas de los sindicatos UGT y CCOO, no a sus afiliados (el que escribe estas líneas lo está a Comisiones Obreras). Cuando las movilizaciones alcanzaron su apogeo, el principal empeño de estos burócratas fue acabar con el movimiento a fuerza de marear la perdiz con el objetivo último de domesticarlo para así retomar el “diálogo social” con una consejería que no hacía otra cosa que reírse de ellos. Ahora hacen todo lo posible por no unificar todos los fuegos que le brotan al gobierno en un solo frente haciendo el juego de la división. Así, de pronto se sacan de la chistera para fin de curso una estúpida huelga sólo de interinos cuyo objetivo será agotarlos llevándolos a un callejón sin salida.
- Por otra parte están las actitudes sectarias. El rechazo a los burócratas sindicales es absolutamente comprensible y mayoritario entre los docentes, pero hay que establecer una diferencia entre los burócratas, que tienen nombre y apellido, y los afiliados, muchos de los cuales hemos participado activa y honestamente en la red de asambleas. Confundirlos lleva al sectarismo, a pretender hacer la guerra por su cuenta sin contar con los demás. Así ocurrió, por ejemplo, con la huelga indefinida convocada por la CGT de manera suicida el 17 de septiembre del año pasado. Su fracaso era la crónica de una muerte anunciada, porque tampoco ellos fueron capaces de pulsar el ánimo de los docentes, principalmente porque tampoco lo intentaron. Sencillamente dieron un salto al vacío y se estrellaron, y con ellos el montón de docentes que secundaron su huelga de manera honrada, pero inocente. Lo que ha seguido después ha sido una larga hibernación de los profesores, que el pasado día 9 pareció tocó a su fin.
Que sea así depende de nosotros. Es necesario que volvamos a revitalizar las asambleas de los centros, de los pueblos y de las zonas. Pero esta vez es fundamental llamar a la democracia interna, y eso pasa por la creación de comités mixtos formados por docentes y sindicatos que respeten el mandato de las asambleas. Para ello la participación tiene que ser nuevamente masiva. Es preciso recuperar el entusiasmo. La situación nos es mucho más favorable ahora.
PS: el gobierno griego acaba de emitir un decreto según el cual podrá enviar a la cárcel a los docentes que secunden la huelga convocada para el próximo 17 de mayo. En Grecia se muestra de forma más clara y más precisa que en ningún otro lugar de Europa que la imposición de las medidas de la troika pasa necesariamente por la aplicación de medidas dictatoriales explícitas, ante el rechazo masivo de la población. El fascismo no son sólo las hordas salvajes de Amanecer Dorado, sino también, y cada vez más, la solución frente a la oposición constante de la calle más tenida en cuenta por un gobierno de coalición en el que, además de la derecha de toda la vida, cada vez más radicalizada, participan dos partidos “socialdemócratas”. Tomemos nota y obremos en consecuencia o más nos valdrá que vayamos poniendo nuestras barbas a remojar.

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